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EL FUTURO INCIERTO DEL LORO OREJIAMARILLO

El Proyecto Ognorhynchus busca salvar esta especie

Por Carlos Sastoque

Los gritos estridentes de un par de loros se hicieron más fuertes a través de la neblina pesada que caía en la tarde sobre las montañas antioqueñas de algún día de Octubre pasado cuando un grupo de 12 personas entre investigadores, estudiantes y curiosos esperábamos la llegada a su sitio de dormida de ochenta de las aves en mayor peligro de extinción en el mundo. Entre la decepción y la sorpresa (en mi caso la emoción por ver por primera vez esta ave) apareció sólo una pareja de loros orejiamarillos de entre la niebla, se posaron en el tope de una palma de cera y mientras tratábamos de distinguirlos con binoculares decidieron echar a volar de nuevo con destino tan desconocido como su futuro. El loro orejiamarillo cuyo nombre en latín es Ognorhynchus icterotis habitaba originalmente en Ecuador y Colombia pero la población de Ecuador y el sur de Colombia se extinguió aparentemente ya hace 12 años. Con esa desaparición quedaba sólo la colonia de la cordillera central colombiana residente en el valle del río Toche el hermoso lugar donde muchos viajeros hemos conocido por primera vez la palma de cera y que conocemos como el valle de Cocora. Sin embargo desde hace 5 años los esfuerzos de los investigadores por confirmar la presencia del ave en este lugar han sido en vano y el bullicio de los loros ya no se escucha aquí. Y es extraño porque la dependencia del loro con la palma de cera es absoluta: no se conoce ninguna bandada que no duerma y anide en los troncos de las palmas de cera. Así que salvar el loro orejiamarillo significa salvar la palma de cera, árbol nacional de Colombia y posiblemente viceversa. Me encontré con Paul Salaman, Director General del Proyecto Ognorhynchus en Medellín desde donde planeábamos salir hacia una de las colonias de loros recientemente encontradas en Antioquia. Salaman es un inglés joven y vivaz con la pasión de las aves dentro de sí y se necesita mucha pasión para comenzar un proyecto con la idea de salvar una especie de loro cuyo número de individuos al comenzar el proyecto se estimaba en menos de 100. Al decir de Salaman en su buen español con acento: “Es muy bueno el descubrimiento de la nueva colonia. Hay como 180 loros en ésta así que estamos muy emocionados.” . A medida que rodábamos en un taxi cruzando las montañas antioqueñas Salaman me daba más detalles de la situación precaria de la especie. “En cualquier artículo que hagas la identidad del lugar tiene que mantenerse en secreto porque hay muchos ´poachers´ (comerciantes ilegales de fauna salvaje) buscando el loro y no podemos arriesgarnos”. Uno de los grupos animales preferidos por estos ´poachers´ son los loros que buscan por su colorido y por la preferencia de las personas para mantenerlos como mascotas. Y entre más rara la especie mayor el precio que se puede conseguir en el mercado. Llegamos a un pequeño pueblo desde donde los investigadores y coordinadores del proyecto dirigen las actividades necesarias para tratar de mantener al loro reproduciéndose en la zona. Al igual que en la otra colonia en Tolima, se planea capturar varios loros para instalarles collares receptores y así poder conocer más sus hábitos de alimentación y sus movimientos. Como la anidación del loro siempre ocurre dentro del tronco viejo y hueco de una palma de cera también se quiere instalar una serie de nidos artificiales con la forma del tronco y hechos de fibra de vidrio para aumentar el número de anidamientos por temporada. Tal dependencia con la palma de cera puede ser la condena para el loro orejiamarillo pero también podría convertirse en su salvación. Creando suficiente conciencia ecológica sobre la palma de cera los integrantes del proyecto esperan ´revivir dos pájaros de un tiro´. Para eso en los pueblos aledaños a las colonias se está incentivando a la gente para no usar los ramos de Resurrección hechos de palma de cera sino de algún otro material; las fincas están cercando las zonas donde palmitas de cera germinadas en los potreros correrían el riesgo de ser aplastadas por el ganado y se está dando a conocer el loro orejiamarillo a los habitantes con carteles y charlas. Me pareció que esta estrategia puede dar buenos resultados cuando vi el entusiasmo de varios niños del pueblo que querían ver el loro de cerca y nos acompañaron esa tarde hasta el sitio de la colonia. Una mañana en uno de los sitios de dormida de la colonia me desperté temprano antes de los loros y esperé debajo de una de las palmas de cera donde unos 80 loros dormían todavía apretujados encima de las hojas que se doblaban como una rama de un arbolito de Navidad demasiado cargada. A medida que el reflejo del sol en el cielo fue aclarando los valles, los loros comenzaron su algarabía, algunos empujando a sus compañeros fuera de la palma, otros acicalándose mutuamente, esponjando sus plumas para volar. . De repente al unísono todos despegaron de la palma dejándose caer con un sonido de vacío para luego recuperar la estabilidad a unos dos metros del suelo y seguir todos hacia la cresta de la cordillera. Me imaginé a este grupo como el remanente de una tribu desconocida cuya identidad está a punto de perderse por siempre en los archivos de taxonomía y me sentí agradecido con Dios de poder haber visto un ser que tal vez desaparezca o tal vez se recupere de la extinción.

El proyecto Ognorhynchus es apoyado por la Fundación Loro Parque y American Bird Conservancy. Para más información: www.ognorhynchus.com

2002 COPYRIGHT CARLOS A. SASTOQUE. Cualquier reproducción o copia de este artículo está prohibida sin el permiso escrito del autor.

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